El pasado 16 de diciembre 2019, el presidente de Francia Emmanuel Macron instó a los representantes políticos del G5-Sahel a que se desplazaran a la ciudad francesa de Pau para “clarificar su posición” respecto a un creciente sentimiento antifrancés en esa parte de África. Oficialmente, la cumbre pretendía reforzar la cooperación militar entre Francia y los países africanos para combatir el yihadismo que asola la banda Sahel-Sahara…
La elección de Pau (una ciudad provincial del Pirineo francés) para la celebración de esta cumbre extraordinaria entre Francia y los estados africanos reunidos en la alianza del G5-Sahel, no era fortuita: 7 de los 13 jóvenes soldados, que murieron el lunes 25 de noviembre de 2019 en el marco de la operación Barkhane en Malí -en una colisión accidental de dos helicópteros durante una operación de combate contra los yihadistas- eran del regimiento de helicópteros de combate en Pau. En su alocución, Emmanuel Macron regañó a sus homólogos africanos, en especial a Mali, por dejar que se exprese un sentimiento hostil hacia Francia entre sus poblaciones: “Oigo a mucha gente en vuestro país que dicen toda clase de cosas, espetó el mandatario francés en alusión a voces discrepantes de la oposición política maliense que cuestiona la legitimidad de la presencia militar francesa en su territorio. Pregunteos quién les paga y qué intereses sirven. Yo tengo mi idea. Que esta gente diga quién muere para defender a sus hijos”.
Los reproches de Macron fueron recibido con escepticismo por una parte de la sociedad africana; la muerte de 71 militares nigerianos el pasado 10 de diciembre recordaba que las fuerzas armadas francesas no son las únicas en pagar el duro precio de la guerra contra el terrorismo. En tan sólo tres meses, más de 200 militares de la coalición perdieron la vida en ataques perpetrados por combatientes yihadistas. Peores aún son las masacres y el hostigamiento a poblaciones civiles ya muy debilitadas por la sequía y las hambrunas: un verdadero genocidio tribal está teniendo lugar, en particular en el centro de Mali, alentado por los yihadistas y con una crueldad espeluznante. Solo en Burkina Faso, según estimaciones de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, en cuatro años ya se han cobrado más de 600 vidas militares y civiles y casi medio millón de personas desplazadas internamente han tenido que huir de sus hogares debido a la violencia.
Para el maliense Oumar Mariko (médico y secretario general del partido de la oposición SADI) tantas pérdidas humanas hacen dudar de la eficacia de la coalición militar: “25.000 hombres para hacer frente a 3.000 combatientes [yihadistas] ¿y el señor Macron nos habla de una “guerra asimétrica”? Yo lamento mucho la muerte de los soldados porque son jóvenes manipulados que han sido masacrados por defender los intereses del capital financiero francés”. No es solamente la oposición política la que cuestiona la eficacia de la coalición del G5-Sahel, sino también los representantes oficiales. El ministro de Defensa burkinabé Chérif Sy también criticó públicamente la inoperancia de las misiones de defensa del G5-Sahel. En cuanto a Bruno Clément-Bollée, ex comandante de la Operación Licorne en Costa de Marfil y consultor en materia de seguridad, es aún más contundente. En una tribuna publicada en el diario Jeune Afrique, dice: “más allá de la tragedia cotidiana que vive la población del Sahel, y a la vista de los «brillantes» éxitos alcanzados hasta la fecha, los miles de millones de dólares que se gastan anualmente en Minusma [la misión de la ONU desplegada en Malí], los 700 millones de euros necesarios para Barkhane, las sumas astronómicas que requiere la fuerza del G5-Sahel y el coste de las misiones de formación de la Unión Europea deberían hacernos reflexionar […] Admitámoslo aunque nos cueste: hemos cometido un gran error. Paremos ya este desastre”.
Con toda evidencia, son más diversas de lo que afirma Emmanuel Macron las voces que critican la intervención militar francesa en Sahel. No es de extrañar que las poblaciones, exasperadas, expresen una rabia cada vez más explícita hacia Francia.