Homero, Ilíada – Alessandro Baricco

Descripción

Sesión 1 (online) – 10 de Diciembre de 2022 – Audio 1 en IVOOX: https://go.ivoox.com/rf/99150374

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Sesión 2 (online) – 17 de Diciembre de 2022 – Audio 2 en IVOOX:https://go.ivoox.com/rf/100023100 

HOMERO, ILÍADA

Alessandro Baricco

 

Editorial: Anagrama – Colección Compactos (7ª edición, Octubre 2015)

 

Debate Club de lecturas 1/2: Sábado 10 Diciembre 2022 – 19hrs España

Debate Club de lecturas 2/2: Sábado 17 Diciembre 2022 – 19hrs España

 

Links de conexión a sesiones de debate zoom, disponibles para soci@s en sección Ágora de página de inicio de www.clubdelecturas.com.

 

Guía de Lectura preparada por: Pepa Gandasegui – Villanueva de la Cañada, Madrid, España

 

 

Ubicación de esta guía en la web de Club de Lecturas:

https://www.clubdelecturas.com/producto/homero-iliada-alessandro-baricco/

 

 

 

Alessandro Baricco, turinés de sesenta y cuatro años, es novelista, dramaturgo y periodista.

El autor ha desarrollado un estilo y una temática muy personales, sirviéndose de entornos irreales y de personajes forzosamente imposibles, con una forma expresiva caracterizada por variados giros y registros. Busca, a través de deseos y sueños, explorar y revelar, con toda crudeza los rincones del alma humana.

Celoso en extremo de la forma, utiliza narradores y personajes imposibles que dan a su obra una imagen surrealista.

No le gusta la exposición pública, aislándose de los medios de comunicación al estilo de J.D. Salinger.

Además de la escritura, ha colaborado en distintos programas de televisión dedicados a la literatura. Y fundó en Turín una escuela de técnicas de escritura, a la que dio el nombre de Holden, como el protagonista de  “El guardián entre el centeno.”

Ha publicado novelas: Seda, City, Esta Historia; teatro: Novecento; y ensayo: Los barbaros, Ensayo sobre la mutación, El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin, entre otros.

 

SOBRE LA OBRA

La Ilíada de Alessandro Baricco se comprende mejor partiendo de la introducción que hace el autor a la obra.

La génesis de esta reescritura de la obra de Homero parte del proyecto del autor para una lectura pública del original de la Ilíada. Dada la imposibilidad de leer en público una obra tan extensa y compleja, opta por reescribirla para facilitar así su lectura. Para ello elige una traducción al italiano, en prosa, de la obra original. Y desde ahí realiza distintas intervenciones.

  1. Efectúa cortes para adaptar la duración de la obra a un público moderno. Los cortes no se llevan a cabo sobre escenas completas, sino sobre repeticiones y aligerar el texto (son muy frecuentes en el original los desvíos hacia historias secundarias, casi siempre de antepasados). No resume, sino que crea secuencias más concisas.
  2. Ha quitado todas las apariciones de los dioses. Los dioses intervienen con frecuencia en la Ilíada para encarrilar los acontecimientos y sancionar el resultado de la guerra, pero rompen el ritmo de la narración. La Ilíada mantiene una fuerte estructura laica que emerge al retirar a los dioses. Detrás de cada gesto divino hay un gesto humano que lo reduplica y lo conduce hasta lo real, el texto tiene una sorprendente obstinación en buscar la lógica de los acontecimientos. que tiene al hombre como artífice. Al eliminar a los dioses lo que queda es una historia humanísima en la que los hombres viven su propio destino.
  3. La siguiente intervención lo fue respecto al estilo. Desde una perspectiva léxica, elimina los arcaísmos que alejan la historia de la esencia de las cosas, algo que ocurre con los epítetos y las comparaciones. Y luego ha buscado la respiración de una velocidad particular, para cantarlo con la música de ahora.
  4. Ha pasado la narración a primera persona, sustituyendo al narrador homérico externo por algunos de los personajes más relevantes para así otorgar más fuerza a la voz narradora.
  5. Ha hecho algunas pocas adicciones al texto (aparecen en cursiva) que llevan hasta la superficie matices que la Ilíada no podría nombrar en voz alta, pues los escondía entre líneas. Un ejemplo evidente es el úlltimo monólogo, el de Demódoco, el aedo que en la Odisea cuenta el final de Troya. La Ilíada termina con los funerales de Héctor, y hurtar al lector el final completo de la historia resultaría desleal.

El texto así obtenido fue leído en público en Roma y Turín en otoño de 2004. La radio trasmitió en directo el espectáculo de Roma, llegando así a un gran número de personas

 

“LA ILIADA” DE HOMERO

La literatura occidental comienza con Homero, el espléndido y genial poeta griego del siglo VIII a.c. Platón decía que era opinión extendida en su tiempo que Homero había sido el educador de toda Grecia. Aristóteles, siendo su preceptor, le regaló a Alejandro de Macedonia un ejemplar de la Ilíada con anotaciones suyas.

La Ilíada es la historia de una cólera y sus consecuencias trágicas. Es un poema de belleza monumental, por su dramatismo y su temática, y el origen de algunos de los personajes más fascinantes de la literatura. La Ilíada, por su dramatismo, tiene una fuerza y una humanidad innegables que está anticipando el arte de la tragedia.

Su tema es la guerra y los héroes/guerreros inmortales, como elemento intrínseco y trágico de la condición humana, que es la mortalidad. Su evocación permanece vigente hasta hoy.

Homero es el autor épico por excelencia, creador de una epopeya basada en la tradición mítica que rememora hazañas de héroes pasados. Se sabe poco de él. Era un griego de Asia menor, posiblemente naciera en Esmirna y viviera en Clíos. Actuaba como aedo, es decir, creador y narrador de historias al final de los banquetes para el placer de los poderosos. Su propósito era mantener vivos en la memoria de la posteridad “los hechos de los hombres y los dioses”. La tradición nos dice que era ciego.

Homero compone su obra en el siglo VIII a.c. – el siglo en el que se introduce en Grecia la escritura- al renacer la civilización después de la Edad Oscura, que comienza a finales del siglo XII a.c. con la caída de Micenas por las invasiones dorias; fue un periodo empobrecido y poco brillante. Es decir, los hechos que narran la Ilíada y la Odisea ocurrieron cuatrocientos años antes de que Homero cantase y escribiese sobre ellos, y hablan de un pasado considerado esplendido por la tradición.

 En este entorno se recuperan las tradiciones que reflejan varios siglos de historia, a los que se van añadiendo las experiencias de su tiempo. La Ilíada recoge historias reales mantenidas por la tradición oral -expediciones de conquista de los griegos de Argos (argivos o aqueos) en las costas de Asia en las que se sabe que existió una ciudad llamada Ilion/Troya- y aderezadas por mitos y leyendas, unos más primitivos y otros más cercanos a la realidad del siglo VIII a.c.

La obra de Homero coincide con el final de la poseía oral y de la cultura griega primitiva. Es la bisagra entre dos mundos culturales cambiantes

El mundo épico que nos trasmite es en parte irreal, ya que pertenece a un pasado embellecido. Sus personajes, héroes y reyes, son superiores a los seres reales. Algunos son hijos de dioses (Eneas, Sarpedón) y son más altos, más fuertes y valerosos que los hombres normales. Son poderosos, valientes y apasionados. Son los mejores.

La obra de Homero está inspirada en la naturaleza humana y en las leyes eternas que rigen el curso del mundo. No escapa a ella nada que no sea esencial a la naturaleza humana.

El tema de la obra se anuncia en los primeros versos: “Canta, oh diosa, la cólera maldita del Pélida Aquiles que tan funestas consecuencias tuvo por los aqueos.” La cólera, la venganza, y el destino de la guerra y de los hombres están indisolublemente unidos.

La guerra de la Ilíada no modificó fronteras, no ganó ningún territorio y no sirvió a ninguna causa. Pero era real para Homero y su público y se convirtió en una sublime evocación de la devastación que supone cualquier guerra.

La guerra de Homero es real, cruel y despiadada. En la guerra que narra la Ilíada no hay estrategias, ni entrenamientos ni planificación: los combates se suceden como embates de los ejércitos y peleas cuerpo a cuerpo de los héroes. Solo al inicio del tercer día del conflicto, se nos cuenta que Agamenón, después de vestir sus armas, colocó en primera línea a la infantería; tras ella a los carros como apoyo, y en tercera fila a arqueros y lanceros, flanqueados por los honderos. Los carros de troyanos y aqueos, conducidos por aurigas, no se utilizaban como un arma de guerra, sino para trasportar a los héroes hasta el campo de batalla y para llevarlos en retirada.

Llaman poderosamente la atención la descripción de las heridas sufridas en la batalla, los detalles, casi anatómicos de los estragos de las armas. Y el estilo sutil para describir la muerte: la tiniebla le envolvió sus ojos, la negra noche cayó sobre él…

La época que describe la epopeya era la llamada Edad del Bronce, de ahí que las descripciones que contiene la obra resalten con viveza la presencia de este metal en las armas -puntas de lanza y de fecha- y en las armaduras de los héroes: corazas, cascos empenachados, espadas, escudos tachonados. Son excepcionales, el casco de Ulises y el de Héctor, el escudo de Ayax, recubierto de siete pieles de bueyes, la armadura de Aquiles. Contribuyen a dar esplendor a la evocación de los hechos: se vistió de bronce cegador

El rito de vestir al guerrero con sus armas se repite hasta cuatro veces en la obra: se viste a Paris, a Agamenón, a Patroclo y por último, al más excelso de los guerreros, Aquiles, al incorporarse a la batalla para vengar la muerte de su amigo Patroclo.

La atmósfera de los choques entre los ejércitos aqueo y troyano está teñida de sangre, sudor y polvo. Los combates siembran el suelo de muertos y heridos de ambos bandos y la tierra se cubre de ríos de negra sangre.

Por último, en el fragor de las contiendas, tanto aqueos como troyanos, no dudan en recurrir a las piedras, grandes o pequeñas, como recurso para abatir a los enemigos o destrozar las defensas de los contrarios.

Los aqueos llevan más de nueve años acampados en la costa frente a la ciudad de Troya con la finalidad de recuperar a Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, y a sus riquezas. En todo este tiempo no habían intentado alcanzar las míticas murallas de Troya, con sus torres y sus famosas puerta Esceas. No habían cavado fosos alrededor de la ciudad ni habían impedido que los troyanos recibieran suministros de sus aliados. Se habían dedicado a asaltar ciudades próximas a su enclave y a repartirse en botín. Pero en la primavera del décimo año un suceso, aparentemente casual, desencadena la conflagración definitiva con los troyanos.

La ambición y la prepotencia de Agamenón desata la cólera de Aquiles, príncipe del ejercito de los mirmidones. A partir de ahí, Aquiles se retira a su tienda y a sus naves, negándose a colaborar con los aqueos en la conquista de Troya. En su rabia llama a su madre, la diosa Tetis y le pide que interceda ante Zeus para que permita la victoria para los troyanos y así dejar en evidencia que, sin él, Aquiles, los aqueos no pueden nunca conquistar Troya

A partir de ese momento se desencadena una sucesión de actos de guerra, enfrentamientos de los ejércitos aqueo y troyano -que por primera vez se ven frente a frente-, duelos personales, avances y retrocesos, intervenciones de los dioses, acciones de espionaje, heridos, muerte y destrucción. Nada ocurre en esta historia que no tenga su causa en un hecho anterior y que no tenga a su vez una consecuencia inmediata.

La acción va creciendo en intensidad y dramatismo hasta llegar al punto álgido en el que Patroclo, el amigo querido de Aquiles, muere en la batalla a manos de Héctor, el gran príncipe troyano. Desde ahí, todo se precipita: Aquiles, desesperado en su dolor, regresa al combate y da muerte a Héctor, comportándose con su cuerpo de una manera brutal y primitiva. Después, todo es desolación, para los aqueos y para los troyanos. Uno de los momentos mas nobles y sublimes de la epopeya se produce cuando, Príamo, rey de Troya y padre de Héctor, acude de noche a la tienda de Aquiles para pedirle el cuerpo de su hijo y poder hacerle los funerales que se merece. El joven y brutal guerreo y el anciano rey lloran juntos, derrotados por el mismo dolor de la perdida, por la vida y por la muerte.

La historia termina con la tristeza inconsolable del héroe, con espantosas lamentaciones de muerte de griegos y troyanos, y la sombría certeza del vencedor, Aquiles, se dirige a su propio destino. La guerra desnuda ante nosotros la tragedia de la mortalidad, no en vano Aquiles les dice a los e príncipes aqueos que la vida es más valiosa que la gloria.

La Ilíada se desarrolla en unos escenarios limitados por la playa, en la que están atracadas las negras y cóncavas naves, y por las murallas de Troya. Pero, así como para los aqueos el mar marca un límite que no se puede trasgredir, pues tal hecho supondría la huida de la guerra y el deshonor del que lo hiciera, en Troya, una vez traspasadas las murallas y sus imponentes puertas, existe otro mundo: el de la familia, los amigos, el del hogar, en fin. Es el único lugar en el que tienen presencia las mujeres, obedientes y sumisas: Helena, Andrómaca la esposa de Héctor, Écuba, su madre. Las mujeres no tienen una intervención decisiva en la historia y no representan nada más allá que el reposo del guerreo. No obstante, Homero narra la despedida de Héctor y Andrómaca creando una escena llena de ternura y, al mismo tiempo, de presagios de muerte que conmueve profundamente.

Los personajes son todos excelsos en sus cualidades y su procedencia: son reyes, príncipes, hijos de dioses o diosas, guerreros valientes, fuertes y temerarios. Homero menciona los nombres y patronímicos de más de trescientos participantes en la guerra. Los personajes se definen por lo que dicen y lo que hacen.

En cada uno de los protagonistas más importantes se destaca una cualidad: Agamenón es el más poderoso pues es el que más riquezas posee -desde luego ese poder y riqueza no proceden del trabajo en el campo o del comercio, sino de los botines y las rapiñas de sus incursiones guerreras-. Aquiles es el mejor guerrero, Ulises es listo, Héctor es un príncipe noble que combate por su ciudad y su familia, el anciano Néstor es la voz de la experiencia y la ecuanimidad. Todos son hermosos hasta en la muerte. Únicamente Paris da muestras de cobardía y de poco interés por defender lo que debe considerar suyo, pero la historia precisa de este tipo de príncipe despreocupado al que los demás han de resolver lo que el provoca. Uno de los rasgos que los hace más entrañables es que en ninguno aparece la bajeza. Sus sentimientos son impecables: sienten cólera, placer, dolor, tienen miedo, dudan, son humanos.

 Solo el feo Tersites rompe con esta norma personal, porque además de feo, es avieso.

Y luego están los dioses. Para ellos la guerra es un espectáculo que contemplan desde lo alto del monte Ida, pues no pueden desentenderse de la vida de los hombres, ya que ejercen sobre ellos una jurisdicción infinita, inmiscuyéndose constantemente en el mundo de los mortales. Los saben todo sobre hombres y mujeres, incluso su destino.

Se produce así una duplicidad de la acción: desde un punto de vista humano y desde un punto de vista divino, por lo que el drama trascurre en dos planos. Esta perspectiva dual de dioses y hombres es uno de los rasgos distintivos de la epopeya homérica.

La función de los dioses es fundamental, pues la suerte de los combates depende de ellos, los grandes momentos de la acción están vinculados a decisiones divinas: guían los movimientos de los hombres, engañan a los combatientes, toman apariencia humana, susurran traiciones. Pese a ello, las intervenciones divinas no anulan la capacidad de que cada uno de los seres humanos que intervienen en la epopeya tome sus decisiones y se encamine a su destino.

Los dioses están divididos entre ellos, pues tienen hijos y amigos en los dos bandos. Atenea, Hera, Poseidón, Hermes, Hefestos y Tetis ayudan a los aqueos, mientras que Afrodita (madre de Eneas), Apolo y Ares dan su apoyo a los troyanos. Pese a esta división, algunos cambian de bando o de forma circunstancial ayudan al bando contrario: Hermes acompaña a Príamo durante la noche en la que se dirige a encontrase con Aquiles.

ATENEA

La Ilíada está escrita en versos hexámetros, divididos en veinticuatro cantos. Su estructura es lineal, es decir va narrando los hechos según acontecen. En las escenas los personajes hablan y actúan en estilo directo, lo que da a la obran un cierto aire de representación teatral, con un escenario cambiante.

Lo que da a la escritura de la Ilíada un aire característico, es la utilización de recursos poéticos por parte del autor, especialmente los epítetos y las comparaciones.

Los epítetos tienen como finalidad reforzar las características de personas u objetos: las negras y cóncavas naves, la afilada lanza, la broncínea armadura, la rosada aurora. Aquiles, el de los pies ligeros, el de cabellos como flores de jancitos. El astuto Ulises. Diomedes de corazón fuerte y hombre belicoso. Andrómaca, de níveos brazos. Sarpedón, igual que un dios. Los troyanos criadores de caballos. Héctor el de tremolante casco, de corazón fuerte. Las aladas palabras…

Las comparaciones, por otra parte, tratan de crear las atmosferas y las formas en las que se producen los acontecimientos para dar mayor entidad poética a la narración. Se utiliza la formula: Igual que…así, como.

Para las comparaciones, Homero recurre a fenómenos naturales: los dos ejércitos se lanzan uno contra otro con estrepito, como los árboles de un bosque agitado por el viento. Pueden ser evocaciones de la naturaleza o del mundo animal: león y jabalí, águila o buitre, serpiente. El guerrero cayó como un árbol abatido.

Escenas de trabajo en el campo: avanzaban como avanzan los segadores sobre la mies, o de la vida cotidiana: Apolo abate el muro aqueo, como un niño que derriba el castillo de arena que ha construido.

Al contar la historia de la guerra entre aqueos y troyanos, Homero hace que los héroes nos conmuevan por su sencillez y su humanidad. Eran tan sinceros y tan humanos que han seguido viviendo y reviviendo durante siglos.

Para Homero lo esencial es el miedo a enfrentarse con la muerte, el orgullo el correr el riesgo de encontrarla, el dolor de las separaciones y la alegría del reencuentro, todo ello como una condición intrínseca al ser humano, común a todos los hombres y mujeres a través del tiempo.               

 

 

 

 

 

 

HOMERO, ILIADA

 

CRISEIDA RELATA LA CÓLERA DE AQUILES

Todo empezó en un día de violencia. Cuando se desató la cólera de Aquiles, que causó a los aqueos incontables desgracias. En la decima primavera desde que habían llegado a Troya, saquearon Tebas, mi ciudad, como antes habían saqueado otras ciudades. En el botín que se repartieron los príncipes aqueos, estaba yo, y como era hermosa Agamenón me tomó para si y me llevó a su lecho.

Crisias, mi padre, sacerdote de Apolo, llegó al campamento aqueo ofreciendo a los príncipes esplendidos regalos como rescate para mi liberación. Todos quisieron aceptarlos, excepto Agamenón, que se negó. Insultó a mi padre y le hizo marchar. A, los pocos días la muerte y el dolor cayeron sobre los aqueos (en realidad fueron las flechas de venganza disparadas por el dios Apolo que llevaron la peste). Ante esta situación Aquiles convocó al ejercito para coger las naves y volver a casa, proponiendo consultar a un adivino que explicase lo que estaba pasando. Calcante, el adivino, dijo que el dolor que había caído sobre el campamento aqueo era debido a que Agamenón no había liberado a la hija de Crisias, desatando así la ira de Apolo.

Agamenón, furioso, dice que me devolverá para salvar al ejército, pero que quiere otro presente, y cogerá lo que le plazca a cualquiera de los aqueos. Estas palabras despertaron el odio de Aquiles, que le llamó desvergonzado y codicioso, y bastardo cara de perro, diciéndole que se volvería a casa antes que luchar para proporcionarle tesoros.

Agamenón le dijo que se marchara, pues Aquiles no le gustaba ya que le atraían las riñas y disputas. Devolvería a Criseida a su padre y luego iría a su tienda para llevarse a Briseida.

Aquiles reaccionó con rabia, llamando a Agamenón cara de perro y bellaco. Jurando que algún día los aqueos le añorarían, cuando cayesen bajo los golpes de Héctor. Entonces, en señal de discordia, tiró al suelo el cetro tachonado de oro.

Yo volví a mi ciudad, y Ulises me condujo hasta el altar de Apolo. Mientras, Aquiles se sentó frente al mar, llorando como un niño y llamando a su madre. Tetis se le apareció y le acarició, pidiéndole que no fuese al campo de batalla. 

 

 

 

 

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