Ser o no ser (un cuerpo) – Santiago Alba Rico

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Descripción

1.- CLASIFICACIÓN Y FUGA

 

EL ESTÓMAGO DE LA BESTIA

El hombre como animal clasificador. El miedo a la oscuridad, vestigio atávico de nuestra edad prehistórica, se resuelve mediante la palabra que identifica y designa. Lo que nos salva son los nombres. La combinación de palabra y carne es lo que llamamos cuerpo. El cuerpo es una habitación oscura. Los hombres viven con un animal dentro. Los animales no.

 

LISTAS Y ESCUDOS

SAR se remite a cuentos y mitos clásicos, aquellos que se centran en los comienzos, y descubre como todos ellos son una relación, un listado, un sistema de clasificación que nombre y ordena.

Analiza el mito de Epimeteo, hermano de Prometeo, en el Protágoras de Platón. (Pág. 29) Zeus le da al animal más desvalido, el ser humano, dos cualidades para poder sobrevivir: el pudor (conciencia de la propia ignorancia y fragilidad) y la justicia (capacidad de vida en sociedad mediante la formulación de leyes).

 

LA POLÉMICA ENTRE DIOS Y GOETHE

SAR plantea el debate entre sí primero fue la palabra (Dios) o si fue la acción (Goethe), llegando a la conclusión que la respuesta es una mezcla de ambas. Para Dios, la la acción de crear es inseparable de nombrar. El ejemplo del Génesis cristiano. Este relato de la creación es en realidad un diccionario. El Génesis como tratado de zoología, como lo recoge el cuadro famoso Adán y Eva en el Paraíso Terrenal, de Wenzel Peter.

 

SAR analiza también el Popol Vuh, libro que recoge los mitos orales de los mayas, y demuestra que también es un ejercicio de clasificación, de enumeración y nominación de las criaturas. La creación entendida como comenzar a hablar.

 

La clasificación es una palabra que es a la vez acción. Los dioses son clasificadores. Los hombres son, ante todo, clasificadores. AR define al ser humano como el único animal que clasifica.

 

LINNEO NOMBRA EN LATÍN EL MUNDO

Todo el sistema clasificatorio moderno procede del S. XVIII y fue creado por Carl Nilsson Linneus (1707-1778). Ver cuadro en pág. 46.

 

HERMANAS CUCARACHAS

La religión atribuye a la inteligencia humana la capacidad de detectar diferencias que se encuentran dadas por siempre en la naturaleza. Al descifrar el genoma humano, hemos comprendido que muchos de nuestros genes son compartidos en gran medida por otras especies, y que esa conformación está en permanente transformación. (Ver pág. 48) AR se pregunta si somos toda la vida el mismo cuerpo, y concluye que lo único que permanece es nuestro nombre, porque el cuerpo cambia de modo continuado. Somos animales y nombres: mitad cuerpo y mitad lenguaje. AR saca tres conclusiones:

  • Lo que distingue a los hombres de los animales es que un hombre hace clasificaciones
  • Las clasificaciones humanas corporizan los objetos clasificados.
  • Todas las clasificaciones dejan fuera objetos inclasificables

COMIENZA LA FUGA

Todo lo que hemos hecho desde hace 40.000 años es dejar atrás, aumentado nuestra velocidad, nuestro cuerpo mortal. AR trae a colación el relato de Franz Kafka de 1917, “Informe para una academia”. El paso del mono al hombre al comenzar a hablar es concebido como una “salida”. Una salida que nunca termina de producirse del todo. ”Creemos que caminamos cuando en realidad caemos “, dice Kafka.

 

LOS TRES MEDIOS, LOS TRES FRACASOS

Hay tres medios para la huida:

  • Medios intracorporales: por ejemplo, el danzarín.
  • Medios intercorporales: por ejemplo, el lenguaje.
  • Medios extracorporales: por ejemplo, la tecnología.

AR define la historia humana como un intento de huida que recae una y otra vez en el cuerpo. Las recaídas más comunes son:

  • El hambre.
  • El aburrimiento.
  • La enfermedad, el dolor y la muerte.

EL FINAL ES SÓLO EL COMIENZO

El hombre es el único animal que hace clasificaciones para escapar del cuerpo, pero recae una y otra vez en él. Cuando llegamos al Homo Sapiens comienza la sociedad. Los humanos al nombrarnos nos definimos una identidad para poder ser reconocibles. Pero toda identidad es a su vez exclusión. La identidad ahoga e incluso asquea. El dilema se completa cuando entendemos que solo hay una cosa peor que la identidad: no tenerla, como dice el filósofo Terry Eagleton.

 

ESTADO Y MERCADO

Frente al Estado, el mercado descompone las identidades fuertes. El Mercado consuma la huida del cuerpo que huye de sí mismo, pero no puede digerir nada que tenga un cuerpo: el hambre, la enfermedad y el aburrimiento son tan amenazantes para el imaginario capitalista como el camello, el cerdo y los insectos alados para el judaísmo.

 

CUERPOS Y LEYES

Lo que somos en primer lugar es nuestro nombre. Lo que somos en última instancia es animales, porque se revela al final con la muerte. El Mercado pretende la negación de la mortalidad. AR recuerda el mito de Prometeo, y la entrega a los hombres de dos dones: el sentido de la propia indefensión corporal, y la necesidad de vivir en sociedad para poder sobrevivir.

 

2.- METAMORFOSIS Y REBELIÓN

 

LO FAMILIAR QUE SE VUELVE EXTRAÑO

El cuerpo es la fuga imposible que imbrica la carne y la palabra. Pero el hombre es el único animal que se revela contra las clasificaciones, y de eso va este capítulo. Al hablar, el hombre toma conciencia de su carne como una necesidad y como una maldición. El miedo a cambiar de estado lo combatimos nombrando. Este miedo se extiende al miedo a convertirse en otra cosa. Lo primero que se transforma y se vuelve extraño es nuestro propio cuerpo que envejece. Lo normal es el cambio. El temor a la transformación es uno de los temas centrales de todos los cuentos y mitos.

 

CIRCE Y LA FATAL RECAIDA

Dice SAR que la ciencia hace clasificaciones y los cuentos las deshacen. Trae a colación las figuras mitológicas mitad hombre mitad animal.

 

SAR narra el episodio de Circe, incluido en la Odisea. (pág. 88). Circe utiliza pócimas para transformar a los compañeros de Ulises en cerdos. Es un ejemplo de los miles de cuentos sobre recaídas y metamorfosis.

 

EL OTRO MONO KAFKIANO

SAR analiza otro cuento, de otra tradición: el cuento de los 3 mendigos (saalik), incluido en Las mil y una noches. Pág. 90.

 

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