Prosperidad sin crecimiento – Tim Jackson

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Descripción

1.- La prosperidad perdida

TJ define la prosperidad como una visión compartida de esperanza en el futuro, de eliminación del hambre y la falta de cobijo, el fin de la pobreza y de las injusticias, y la llegada a un mundo seguro y en paz. TJ destaca la necesidad de disponer de un mecanismo fiable que nos permita alcanzar la prosperidad, pero afirma que estamos fracasando en dicha tarea.

“La visión de progreso social basada en la continua expansión de las aspiraciones materiales es fundamentalmente insostenible” En nuestra búsqueda de una buena vida hoy estamos erosionando el bienestar de mañana.

La intención primordial del libro es responder al mayor dilema de nuestra época: reconciliar nuestras aspiraciones a una buena vida con las restricciones que un planeta finito nos impone.

 

La prosperidad como crecimiento

La respuesta convencional al dilema planteado es que con mayores ingresos lograremos vidas más ricas y una mayor calidad de vida. Esta respuesta se basa entonces en la búsqueda de un permanente incremento del PIB. Más PIB = más prosperidad…

Destaca también que el crecimiento se ha distribuido de un modo completamente desigual. Un quinto de la población mundial dispone solo de un 2% del ingreso total, mientras el 20% más rico acapara el 74% del mismo.

 

La cuestión de los límites

TJ refiere 3 momentos en los cuales se atendió al tema de los límites:

  • Tomas Malthus – Ensayo sobre la población, de fines del XVlll.
  • Informe del Club de Roma – Los límites del crecimiento, de 1970.
  • El momento actual: cambio climático + pico del petróleo + crisis económica.

 

Mientras las previsiones de Malthus resultaron desacertadas, las del Informe de Roma fueron muy precisas al anticipar que la escasez de recursos comenzaría a ser evidente en las primeras décadas del S.XXI.

 

Respecto al pico del petróleo (cénit de su producción) la Agencia Internacional de la Energía lo anuncia para el 2020. Para entonces la era del petróleo barato habrá pasado a la historia, haciéndose cada vez más escaso y más caro.

 

TJ destaca que también los alimentos y los minerales siguen una tendencia alcista de precios debido a la imparable subida de la demanda. “ Si todos los países consumiesen los recursos al ritmo en que lo hacen los EEUU, minerales como el cobre, el estaño, la plata, el cromo o el zinc se agotarían en 20 años. Algunos metales raros de seguir el ritmo actual se agotarán en una década.

 

El problema de la tercera fase que vivimos hoy, no es solo la escasez de recursos, sino también el problema de los “sumideros”: la incapacidad del planeta de asimilar los impactos ambientales de las actividades económicas humanas, y en concreto la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y su consecuencia, el cambio climático.

 

El protocolo de Kioto comprometías a las economías avanzadas a reducir los gases de efecto invernadero en un 5% entre 1990 y 2010. La realidad es que en este período se produjo un incremento de un 40% de estos gases… Es decir, las cosas van muy mal. No estamos atajando el cambio climático. Para no superar un incremento de temperatura de 2º en 2050 deberíamos reducir un 85% los niveles de emisión de 1990, pero no se está logrando, con lo cual el esfuerzo que debe hacerse cada vez es mayor.

 

Más allá de los límites

Si los 9.000 millones de habitantes del planeta tuviesen en 2050 el nivel de vida actual de las naciones de la OCDE, haría falta para entonces una economía 15 veces mayor que la actual.

 

Si consideramos que desde 1950 hasta hoy la economía ha crecido 5 veces, y en ese período se han sobreexplotado o degradado hasta un 60% de los servicios aportados por los ecosistemas, queda claro que el crecimiento anticipado para el futuro es inviable por superar claramente las capacidades del propio planeta.

 

El modelo de constante crecimiento llega así a su límite, y ese límite es ecológico. La respuesta a esta situación, es apostar por una economía “desvinculada” del flujos físicos e impactos ambientales. TJ considera que esta opción no se ha demostrado aún como posible, por lo que es imprescindible cuestionar el crecimiento.

 

Vivimos un final de era:

  • Fin del petróleo barato
  • Aumento constante del precio de las materias primas
  • Degradación del agua, el aire y el suelo
  • Conflictos por el uso de la tierra, de los recursos, del acceso al agua, de los derechos de pesca y de explotación forestal
  • Cambio climático

 

Ante esta circunstancia es inviable plantear un retorno a los negocios como es habitual.

 

Y es el momento de replantearnos el concepto de prosperidad, entendiéndola como la capacidad de desarrollarnos como seres humanos, dentro de los límites de un planeta finito. El desafío es crear las condiciones para que esto sea posible. TJ dice que es la tarea más urgente de nuestra época.

 

2.- La era de la irresponsabilidad

El libro pone en tela de juicio el concepto habitual de que la prosperidad se alcanza a través del crecimiento económico. En particular en relación con las naciones ricas. La gran pregunta del libro es la que le da título: ¿es posible prosperar sin crecer?

 

TJ plantea que ante la crisis se hace necesaria una reflexión sobre sus causas para que no vuelva a repetirse, analizando conjuntamente la sostenibilidad financiera y la ecológica.

 

En busca de villanos

A la hora de buscar culpables de la crisis se dan muchos factores que tuvieron incidencia: las hipotecas subprime, la desregulación financiera, la concesión de créditos sin suficientes garantías, etc. TJ analiza todas las causas, y concluye que el imperativo de la crisis, y del largo período de expansión previo a la misma basado en la concesión masiva de crédito (endeudamiento masivo) y la relajación de las regulaciones, fue el afán de favorecer por todos los medios el crecimiento.

 

El laberinto de la deuda

La economía capitalista se basa en la deuda. Durante más de una década, la deuda de los consumidores sirvió para desvincular el gasto personal del nivel de ingresos, haciendo que el consumo liderase la dinámica del crecimiento.

 

TJ destaca que mientras una parte del mundo se endeuda, la otra ahorra, y que los ahorristas se dieron fundamentalmente en las economías emergentes (China, India…). También, que dentro de las economías avanzadas el grado de desregulación dependió del tipo de capitalismo, destacando dos:

  • Economías liberales de mercado: Reino Unido, EEUU, Australia, Canadá… lideraron la liberalización
  • Economías coordinadas de mercado: Bélgica, Francia, Alemania, Japón, países escandinavos… fueron más reacias a desregular y mantuvieron políticas de coordinación económica entre empresas más que la simple competencia.

 

El primer tipo es donde más se endeudaron los consumidores, resultado de la aplicación de políticas de fomento de la liquidez y del gasto.

 

TJ concluye que fueron las políticas para estimular el crecimiento las que finalmente provocaron la caída. Los mercados fueron desquiciados por el mismísimo crecimiento.

 

 

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